En esta época del año, cuando miles de estudiantes estan cursando su ciclo lectivo y otros hacen un balance parcial de sus actividades académicas despúes de los exámenes, son muchos los padres y maestros que ven con preocupación cómo el desempeño escolar de sus muchachos no muestra los resultados que todos quisieran. Indagando las causas, es posible que detrás de estas deficiencias se esconda algún trastorno del aprendizaje que, de no ser detectado a tiempo, podría marcar la vida del estudiante hasta la edad adulta.
Aunque no se conocen cifras exactas, los expertos calculan que cerca del 15 por ciento de los niños y jóvenes de edad escolar sufre algún trastorno del aprendizaje. La cifra, sin embargo, puede ser mucho más alta si se tiene en cuenta que muchas veces estos problemas evolucionan sin ser detectados, o son interpretados por los padres como simples fallas del comportamiento, sin que reciban la atención especializada para corregirlos. De cualquier forma, estos trastornos influyen de manera negativa sobre una o más habilidades básicas del estudiante. Pueden disminuir, por ejemplo, su capacidad para deletrear una palabra, hacer razonamientos matemáticos o interpretar un texto que acaba de leer. Asimismo, pueden afectar, en distintas dimensiones, su capacidad para recordar, escuchar e inclusive para hablar.
Estudios científicos prevén que los trastornos del aprendizaje se producen a partir de fallas en el sistema nervioso del niño, específicamente en la forma en que está estructurado el cerebro o en el flujo de las sustancias químicas que hacen parte de sus composición. El asunto es que estas anomalías hacen que el estudiante perciba e interprete la información de una forma no adecuada. Los expertos creen que ciertas predisposiciones genéticas, problemas durante la gestación y algunas condiciones externas, entre otros factores, están relacionados con la aparición de estos trastornos.
Los factores genéticos son los que más peso tienen en esto. Los otros factores son perinatales: alguna falta de oxígeno u otro problema menor en el momento de nacer pueden originar este tipo de deficiencias. También hay aspectos del medio ambiente. Por ejemplo, parece que la toxicidad de los espermatozoides por el consumo continuo de alcohol altera los cromosomas y eso se refleja en un trastorno del aprendizaje".
Los trastornos del aprendizaje son de varios tipos y se manifiestan de diferentes maneras en cada caso. Entre los más consultados ante los especialistas están la dislexia, problema que genera dificultades para entender oraciones y párrafos leídos; la disgrafía, caracterizada porque el estudiante no puede dibujar bien las letras o manejar el espacio en donde escribe; y la discalculia, una anomalía relacionada con la habilidad para entender conceptos y resolver ejercicios matemáticos. Se presentan también los llamados 'trastornos de procesamiento auditivo o visual' que se detectan cuando el estudiante tiene dificultades para comprender el lenguaje, aunque sus facultades para ver y para oír sean normales.
Identificar un problema de aprendizaje no es tarea fácil, pero puede dañar el futuro profesional de un menor. Por eso los especialistas recomiendan que los padres, o quien acompañe al niño en sus deberes escolares, presten atención a varios síntomas que pueden estar alertando sobre la presencia de alguno de estos trastornos. Un niño impulsivo, que se mueve demasiado mientras estudia o ve televisión, no sigue instrucciones correctamente o no puede concentrarse, probablemente necesite ayuda especializada para identificar cuál es el trastorno que padece y qué hacer para controlarlo. Trabajar con demasiada lentitud, invertir el orden de las letras u omitir alguna de ellas y tener un vocabulario pobre para la edad del niño, también son señales de alerta que los adultos deben estudiar.
Cabe aclarar que la mayoría de los niños puede tener alguno de estos síntomas, sin que ello responda a un trastorno psicológico; sin embargo, si presenta dos o más en un tiempo prolongado, probablemente sí lo tenga. De otro lado, antes de considerar la posibilidad de que estas señales sean la manifestación de un trastorno de esta naturaleza, es necesario asegurarse de que el estudiante tenga niveles visuales y auditivos normales. Para ello, es recomendable que, desde muy pequeño, acuda a exámenes periódicos con optómetras y expertos en fonoaudiología o terapista del lenguaje.
Para detectar estos trastornos es necesario tener en cuenta la etapa evolutiva del niño. En edad preescolar, por ejemplo, puede que muestre dificultades en la pronunciación, retrasos en el desarrollo motor, o problemas para identificar colores y formas. Más adelante, en los últimos grados de la educación básica y los primeros de la secundaria, probablemente se tarde en aprender la relación que existe entre las letras y los sonidos, tenga dificultades para recordar datos, o evite leer en voz alta.
Aunque no se conocen cifras exactas, los expertos calculan que cerca del 15 por ciento de los niños y jóvenes de edad escolar sufre algún trastorno del aprendizaje. La cifra, sin embargo, puede ser mucho más alta si se tiene en cuenta que muchas veces estos problemas evolucionan sin ser detectados, o son interpretados por los padres como simples fallas del comportamiento, sin que reciban la atención especializada para corregirlos. De cualquier forma, estos trastornos influyen de manera negativa sobre una o más habilidades básicas del estudiante. Pueden disminuir, por ejemplo, su capacidad para deletrear una palabra, hacer razonamientos matemáticos o interpretar un texto que acaba de leer. Asimismo, pueden afectar, en distintas dimensiones, su capacidad para recordar, escuchar e inclusive para hablar.
Estudios científicos prevén que los trastornos del aprendizaje se producen a partir de fallas en el sistema nervioso del niño, específicamente en la forma en que está estructurado el cerebro o en el flujo de las sustancias químicas que hacen parte de sus composición. El asunto es que estas anomalías hacen que el estudiante perciba e interprete la información de una forma no adecuada. Los expertos creen que ciertas predisposiciones genéticas, problemas durante la gestación y algunas condiciones externas, entre otros factores, están relacionados con la aparición de estos trastornos.
Los factores genéticos son los que más peso tienen en esto. Los otros factores son perinatales: alguna falta de oxígeno u otro problema menor en el momento de nacer pueden originar este tipo de deficiencias. También hay aspectos del medio ambiente. Por ejemplo, parece que la toxicidad de los espermatozoides por el consumo continuo de alcohol altera los cromosomas y eso se refleja en un trastorno del aprendizaje".
Los trastornos del aprendizaje son de varios tipos y se manifiestan de diferentes maneras en cada caso. Entre los más consultados ante los especialistas están la dislexia, problema que genera dificultades para entender oraciones y párrafos leídos; la disgrafía, caracterizada porque el estudiante no puede dibujar bien las letras o manejar el espacio en donde escribe; y la discalculia, una anomalía relacionada con la habilidad para entender conceptos y resolver ejercicios matemáticos. Se presentan también los llamados 'trastornos de procesamiento auditivo o visual' que se detectan cuando el estudiante tiene dificultades para comprender el lenguaje, aunque sus facultades para ver y para oír sean normales.
Identificar un problema de aprendizaje no es tarea fácil, pero puede dañar el futuro profesional de un menor. Por eso los especialistas recomiendan que los padres, o quien acompañe al niño en sus deberes escolares, presten atención a varios síntomas que pueden estar alertando sobre la presencia de alguno de estos trastornos. Un niño impulsivo, que se mueve demasiado mientras estudia o ve televisión, no sigue instrucciones correctamente o no puede concentrarse, probablemente necesite ayuda especializada para identificar cuál es el trastorno que padece y qué hacer para controlarlo. Trabajar con demasiada lentitud, invertir el orden de las letras u omitir alguna de ellas y tener un vocabulario pobre para la edad del niño, también son señales de alerta que los adultos deben estudiar.
Cabe aclarar que la mayoría de los niños puede tener alguno de estos síntomas, sin que ello responda a un trastorno psicológico; sin embargo, si presenta dos o más en un tiempo prolongado, probablemente sí lo tenga. De otro lado, antes de considerar la posibilidad de que estas señales sean la manifestación de un trastorno de esta naturaleza, es necesario asegurarse de que el estudiante tenga niveles visuales y auditivos normales. Para ello, es recomendable que, desde muy pequeño, acuda a exámenes periódicos con optómetras y expertos en fonoaudiología o terapista del lenguaje.
Para detectar estos trastornos es necesario tener en cuenta la etapa evolutiva del niño. En edad preescolar, por ejemplo, puede que muestre dificultades en la pronunciación, retrasos en el desarrollo motor, o problemas para identificar colores y formas. Más adelante, en los últimos grados de la educación básica y los primeros de la secundaria, probablemente se tarde en aprender la relación que existe entre las letras y los sonidos, tenga dificultades para recordar datos, o evite leer en voz alta.
• Ochenta (80%) por ciento de los estudiantes con un problema de
aprendizaje tiene dificultades leyendo.
• Noventa y tres a noventa y cinco (93-95%) por ciento podrá leer con normalidad al final del segundo grado si recibe la ayuda adecuada.
• Setenta y cinco (75%) por ciento de los niños(as) que reciben ayuda después de los nueve años de edad padecerá a lo largo de toda su vida dificultades leyendo.
La detección temprana permite dominar casi en su totalidad los problemas de aprendizaje.
Consúltenos llamando a los teléfonos 2283-6798 / 8898-1867/ 8822-9891 o escríbanos a psicocrearte.cr@gmail.com
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